jueves, 17 de noviembre de 2005

De amor...y otros demonios

Un par de años atrás, Fernando Meiralles sorprendió con Ciudad de Dios, film de alto contenido social que retrataba la vida en las favelas brasileñas. No es difícil descubrir su mano en El jardinero fiel. Gran parte de la historia transcurre en Kenia, en la pobreza de un país casi devastado, donde las diferencias sociales son abismales (demasiado pobres o demasiado ricos). Meiralles la filma con respeto y delicadeza y por momentos nos hace creer que estamos viendo un documental. Pero en medio de la crudeza de las imágenes hay una historia de amor que va más allá de todo. Porque la película empieza con la sospechosa muerte de la mujer de un diplomático (Quayle, un excelente Ralph Fiennes) y a partir de allí, el director muestra un relato no lineal con varios flashbacks que juegan con el punto de vista del público. ¿Engañaba Tess a su marido? ¿La mató su amante? ¿La asesinaron por revolucionaria?. Es esa intriga, ese ir y venir entre la desazón y el desconcierto que atraviesa Quayle lo que sostiene un film que dura más de dos horas y que se mete en un tema tan denso como los manejos políticos de la industria farmaceútica. El director no deja dudas de cuál es su postura al respecto, pero tampoco intenta ser aleccionador, cosa más que interesante en el cine de estos tiempos que muchas veces subestima a los espectadores. El jardinero..., en cambio, nos abre la puerta para que pensemos un rato largo, después que se encendieron las luces de la sala.