miércoles, 13 de enero de 2010

Enamorándome de mi ex

Tres cosas inclinan la balanza hacia arriba en Enamorándome de mi ex:
1 - la casa de Jane (Meryl Streep), que podría ser la casa de mis sueños, tranquilamente.
2 - la risa de Jane (que es lo mismo que decir Meryl Streep en escena)
3 - la química de Jane y Jake (o Meryl Streep haciendo buena pareja con el parteneire que le toque).

La película es una comedia romántica, divertida, del estilo Alguien tiene que ceder, pero con mejores actuaciones. Una pareja que se divorció hace tiempo y que, gracias a unas copas de más, empiezan un fogoso romance a escondidas de los hijos. En el medio de este "renacer del amor" queda Steve Martin, a quien se lo ve medio raro (parece que se estiró la cara) y cumple uno de los papeles más serios de su carrera. Hasta ahí, nada del otro mundo. Pero está ella, Meryl, sin dudas una de las mejores actrices de todos los tiempos, que llena la pantalla con su frescura, su mirada y su risa encantadora. Siempre dan ganas de verla. Y cuando entra en escena Alec Baldwin sube la temperatura. Esta vez el gag físico, el personaje más cómico de la película, corre por su cuenta ¡y con Steve Martin de contrafigura!. El tipo cumple. La historia entretiene. La música invita a bailar y uno sale del cine contento... aunque, probablemente, al día siguiente la película pase a formar parte de la historia.

jueves, 7 de enero de 2010

Avatar

A James Cameron le gusta gastar miles y miles de dólares, hacer cosas espectaculares, hundir barcos o explotar bosques completos, como sucede en esta oportunidad. Avatar es tan prolija en ese sentido, que no me extraña que la haya estrenado recién 12 años después del exitazo que fue Titanic.
Para empezar, me inquietan las películas que duran más de dos horas, por muy cómodos que sean los asientos de Hoyts. En segundo lugar, creo que Avatar fue muy inflada y generó más expectativas que las que puede cumplir. Técnicamente es impecable, a nivel visual es realmente hermosa, pero la historia no me dejó satisfecha y considero que podría haber unos 30 minutos menos.
Lo que también quiero destacar son las actuaciones: Sam Worthington la rompe; ya lo había superado a mi querido Christian Bale en Terminator 4: La Salvación, y acá compone a un soldado que quedó paralítico en la tierra, perdió a su hermano gemelo científico y, como comparte su mismo ADN, se mete a trabajar en Pandora, el satélite de un planeta con gases irrespirables para los humanos, donde vive una tribu de gigantes azules, amantes de la naturaleza, super espirituales y con una riqueza desconocida por ellos en su tierra, que los norteamericanos quieren para si mismos.
Jake Sully (el personaje de Worthington) tiene como misión sacar información de esta tribu y convencerlos por las buenas que dejen su habitat para que los humanos puedan adueñarse y explotar sus riquezas; a cambio será operado y recuperará su motricidad. Claro que su Avatar primero entra decidido, pero, previsiblemente, de a poco se va encariñando con la cultura e ideales de ese grupito de criaturas extrañas.
Este cuento tan sencillo es el eje de la historia que a mí no me dejó mucho, aunque rescato el mensaje final; así como con Titanic, Cameron dejó en evidencia el peso de las diferencias de clase social a la hora del rescate; acá muestra cómo los seres humanos siempre nos las ingeniamos para defender nuestros propios intereses, sin importarnos que en ese camino arruinemos los recursos naturales y destruyamos el planeta.
Cualquier semejanza con la realidad, no creo que sea coincidencia.