
Hace rato que está científicamente comprobado que un gran casting no garantiza una gran película. Que Robert De Niro esté en casi el 100% de Están todos bien es una prueba más es ello. Y ni la frescura que siempre llega con mi adorada Drew Barrymore, logra quitarle un poco de drama.
La historia es triste de entrada. Frank (De Niro), es viudo, jubilado y tiene un problemita respiratorio que salta a la luz en los primeros minutos. Quiere dejar todo impecable para una reunión familiar con sus exitosos hijos, como habitualmente hacía su mujer, pero con distintas excusas ellos le cancelan uno a uno. Entonces, emprende una especie de road movie por Estados Unidos para visitarlos, sorprenderlos y descubrir que las cosas no están tan bien como creía.
Están todos bien es la remake de Stanno Tutti Bene, una comedia divina que en el '90 protagonizó Marcello Mastroianni. Pero a Están todos bien, no le queda ni una pizca de comedia. Es la típica historia para llorar desconsoladamente. Es triste y previsible. Es sacar los trapitos al sol de unos hijos que mienten; un poco para no preocupar al padre, otro poco porque temen decepcionarlo... Es que, parece, Frank les exigió toda la vida que fueran los mejores, y soportó un trabajo tóxico para pagar sus estudios y que se conviertan en artistas, directores de orquesta o dueñas de una agencia de publicidad... pero las apariencias engañan.
A mí la película me parece un ni. Me hizo llorar a lo loco (¿cuestión hormonal, tal vez?), pero el desarrollo de la historia no me dejó del todo conforme. Creo que el recurso de los niños - no entro en detalles para no quitar sorpresa - en un momento está justificado; pero más adelante es totalmente inverosímil. Y creo también que - a pesar del abuso de carilinas, las lágrimas derramadas y la empatía con ese padre ausente que busca un lugar en la vida de sus hijos- este film pasará sin pena ni gloria.