Por más que insistan, la única comparación posible entre El ilusionista y El gran truco es que ambas tienen a magos como protagonistas. Después de eso, no mucho más.
El ilusionista es -sobre todo- una historia de amor en la que sólo se pueden destacar la actuación de Paul Giamatti que le otorga a su personaje la ambigüedad necesaria como para convertirlo en un ser adorable y detestable al mismo tiempo y la espectacular fotografía en tonos sepia.
El gran truco, por su parte, sin ser una obra maestra es entretenida y sostiene el ritmo. El director Nolan intenta confundirnos con una vueltita de tuerca por aquí y otra por allá. Y muchas veces lo logra. Con un casting impecable en el que sobresalen Michael Caine (cuándo no) y Christian Bale, partiendo de una premisa poco menos que inverosímil (la supuesta guerra sucia entre dos magos por hacer el mejor truco) el film logra en el espectador mucho más de lo que logra El ilusionista. Y hoy en día encontrar una película que no te invite a dormir ya es motivo para alegrarse.
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