Con mi amiga solemos ir juntas al cine. Generalmente a ver películas francesas, idioma que ella adora. Claude Chabrol era uno de sus directores favoritos y siempre que había un estreno con su firma tratábamos de coordinar horarios para no perdernos su última realización.
Mi amiga es linda, inteligente, simpática y muy divertida. Así y todo, pudiendo elegir un buen candidato (parezco mi abuela), prefirió durante mucho tiempo sostener una relación bastante patológica. Ok, si hablamos de patologías, quizás el “bastante” está de más.
“No entiendo por qué a nadie le cae bien mi novio”, decía. “Y cómo nos va a caer bien, si lo único que hacés es hablar mal de él”, era mi lógica respuesta. El novio la engañaba con otras mujeres, le mentía, la menospreciaba, y aunque ella sabía que la relación no tenía futuro, le era imposible poner un punto final porque guardaba la esperanza de que todo volviera a ser como al principio, cuando pensaba que el amor era para toda la vida. Y porque no soportaba la idea de volver a estar sola, claro.
Una noche, en medio de confesiones sobre lo desgraciada que era su vida amorosa y lo difícil que le resultaba salir de esa situación, optamos por ponerle un poco de humor a la cosa y empezamos a armar juntas el final de su historia de ¿amor?. Así, casi como en una película de Chabrol, mi amiga iba sorteando los obstáculos que impedían la felicidad de su pareja. En un acto de locura podía echarle unas gotitas mágicas al té de su suegra o hacer que la amante sufriera un “accidente” fatal. Todo sea por recobrar el amor y la paz con su hombre.
Plano final: la protagonista, vestida para matar, frente al espejo, se pinta los labios de rojo furioso y grita “Ya voy, mi amor”. Sonrisa diabólica, se abre el plano: Él en silla de ruedas, inmóvil, babeante, la mirada perdida. Fundido a negro.
La historia de mi amiga tuvo una resolución un poco más feliz, pudo ponerle punto final sin dejar víctimas mortales en el camino. Pero esta anécdota me llevó a pensar en cuántas veces, algo que sucede en nuestras vidas podría ser material jugoso para un gran guionista. Y me puse a pensar también en todos los finales que alguna vez imaginé para los distintos capítulos de mis historias de amor.
Y a ustedes, ¿qué finales cinematográficos les gustaría protagonizar?
Mi amiga es linda, inteligente, simpática y muy divertida. Así y todo, pudiendo elegir un buen candidato (parezco mi abuela), prefirió durante mucho tiempo sostener una relación bastante patológica. Ok, si hablamos de patologías, quizás el “bastante” está de más.
“No entiendo por qué a nadie le cae bien mi novio”, decía. “Y cómo nos va a caer bien, si lo único que hacés es hablar mal de él”, era mi lógica respuesta. El novio la engañaba con otras mujeres, le mentía, la menospreciaba, y aunque ella sabía que la relación no tenía futuro, le era imposible poner un punto final porque guardaba la esperanza de que todo volviera a ser como al principio, cuando pensaba que el amor era para toda la vida. Y porque no soportaba la idea de volver a estar sola, claro.
Una noche, en medio de confesiones sobre lo desgraciada que era su vida amorosa y lo difícil que le resultaba salir de esa situación, optamos por ponerle un poco de humor a la cosa y empezamos a armar juntas el final de su historia de ¿amor?. Así, casi como en una película de Chabrol, mi amiga iba sorteando los obstáculos que impedían la felicidad de su pareja. En un acto de locura podía echarle unas gotitas mágicas al té de su suegra o hacer que la amante sufriera un “accidente” fatal. Todo sea por recobrar el amor y la paz con su hombre.
Plano final: la protagonista, vestida para matar, frente al espejo, se pinta los labios de rojo furioso y grita “Ya voy, mi amor”. Sonrisa diabólica, se abre el plano: Él en silla de ruedas, inmóvil, babeante, la mirada perdida. Fundido a negro.
La historia de mi amiga tuvo una resolución un poco más feliz, pudo ponerle punto final sin dejar víctimas mortales en el camino. Pero esta anécdota me llevó a pensar en cuántas veces, algo que sucede en nuestras vidas podría ser material jugoso para un gran guionista. Y me puse a pensar también en todos los finales que alguna vez imaginé para los distintos capítulos de mis historias de amor.
Y a ustedes, ¿qué finales cinematográficos les gustaría protagonizar?
4 comentarios:
4 bodas y un funeral
Comer,rezar y amar.
Comer,rezar y amar.
excelente!!!!
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